Todos tenemos (necesitamos) algún compinche en el trabajo. Algún compañero de viaje con quien tengamos una especial confianza o alineamiento, ¿verdad?. En realidad, no estoy hablando de un amigo (el que lo sea o no es indiferente), sino de alguien con quien trabajamos habitualmente y está al tanto de las cosas que nos ocurren, las que detectamos y con quienes compartimos nuestras sensaciones frente a los retos de cada día: ese cliente que no termina de cogernos el teléfono, ese último cambio organizativo que no sabemos cómo va a afectarnos, el impacto que va a tener los resultados el trimestre, qué plan tengo para el próximo año… La cuestión es, ¿qué tres cosas tienes que pedirle a tu compinche?.
En primer lugar, energía positiva.
Si, ya sabemos que esto de trabajar es duro. Parece una carrera de obstáculos y siempre hay cerca algún cenizo o ladrón de energía que tiene la habilidad de recordar a todo el que le quiera escuchar lo mal que va todo, el desastre que se avecina, lo poco que van a servir los cambios que se están haciendo o váyase usted a saber qué cosas. Son como los dementores de Harry Potter: te roban toda la energía y, con ella, el alma. Son los peores enemigos de la organización. ¿Que no?, date una vuelta por la máquina del café y quédate un rato escuchando, absorto como si estuvieras leyendo cosas importantísimas en tu móvil. Apuesto a que no pasan ni diez minutos antes de que detectes a uno.
Pues bien, tú necesitas energía positiva. Necesitas la fuerza para hacer las cosas bien, como las quieres hacer. Para seguir empujando y venciendo las dificultades. La necesitas no solo para ti, sino para transmitirla al resto de la organización. Las emociones son importantes, de hecho un estudio publicado hace cuatro años ha comprobado cómo afectamos, y nos vemos afectados, por las emociones de personas que se encuentran separadas de nosotros en un radio de tres órdenes de separación (ver aquí). El problema es cómo contrarrestar esa energía negativa que sistemáticamente desprenden los cenizos de la organización. Obviamente tu tienes tu propia fuerza interior, que alimentas con una vida personal saludable y más o menos feliz, con unos objetivos profesionales a lograr y con un poco de deporte para conseguir las hormonas dopantes naturales, pero si esto no es suficiente, tienes a tu compinche.
A tu compinche le tienes que pedir que vigile tu nivel de energía. Que esté atento a tus gestos, a tu lenguaje no verbal, a ver cuántas veces sonríes al cabo del día (el otro día leí un tuit que decía que los niños sonreían, en promedio, 300 veces al día mientras que los adultos sólo 17). Y sobre todo, debes pedirle que no te deje deslizarte por la pendiente de los dementores. Es la primera misión de un buen compinche: no permitir que nadie te coma la moral.
En segundo lugar, un espejo de realidad.
Quien haya tenido la suerte de tener un coach (un profesional o un hijo en edad infantil), habrá podido comprobar la potencia y la importancia del método del espejo. La función del coach (consciente) o del niño (inconsciente) es hacerte ver como en un espejo el impacto de tus comportamientos y esto es de suma importancia no sólo en la vida diaria de las personas, sino en su vida profesional.
No olvidemos que los comportamientos son la «unidad mínima» de acción de la cultura corporativa, como muy bien ha explicado Leandro Herrero, y que los comportamientos repetidos se convierten en rutinas, hábitos y por tanto en la cultura de una organización. Ser capaces de detectar qué tipo de comportamientos estamos teniendo (sobre todo los inconscientes) es importante porque es una manera de ajustar el impacto que estamos teniendo en los demás.
Pero no sólo es importante el comportamiento inconsciente, el compinche juega también un papel fundamental al servirte de espejo de tus planes de acción y de tus aspiraciones. Tiene que darte las dosis mínimas de realismo y contacto con el suelo que todos necesitamos para poder trazar planes factibles.
Todo buen profesional tiene una tendencia natural a ensoñar planes. No le basta con ejecutar el presente, sino que va anticipando naturalmente el futuro y lo que va a ir haciendo a continuación. Algunos tenemos la tendencia a desequilibrar nuestro nivel de atención peligrosamente hacia el futuro frente al presente (no nos castiguemos, el futuro es el mejor sitio en el que vivir, al fin y al cabo nos lo imaginamos a conveniencia), y esto tiene el peligro (más allá de patologías psicológicas) de perder cierto nivel de contacto con lo importante del aquí y ahora.
Si una cosa puede hacer bien el compinche que nos conoce y nos escucha, que tiene el detalle de nuestro contexto, es la labor de espejo de nuestros planes y de nuestros comportamientos. Ayudarnos en la reflexión que todo buen Pepito Grillo sabe conducir hacia el realismo necesario. ¿Que no me explico correctamente?, vale. Piensa en Sancho Panza.
Por último, apoyo incondicional.
Esta es la verdadera prueba del algodón. Ahí es donde se demuestra la capital importancia de un verdadero compinche. Imagina la siguiente situación, un tanto extrema, lo reconozco: Vas conduciendo de noche por la M-30, es tarde, estás cansado y pensando en tus cosas. Casi no hay nadie por la carretera por lo que no estás prestando mucha atención a lo que haces, quizá te acabas de distraer leyendo un correo en el móvil cuando, sin darte cuenta, acabas de atropellar a un motorista… ¿a quién llamas?.
¿Qué persona es la que primero se te viene a la mente para ayudarte a salir de este marrón?. Quizá no llames a tu mejor amigo o a tu pareja, quizá pienses que tu compinche es quien mejor puede ayudarte en este momento en el que la has fastidiado bien fastidiada.
Por eso es por lo que el compinche es tan importante para todos, porque aparte de vigilar nuestro nivel de energía y positivismo, y de mantener nuestro contacto con la realidad, un buen compinche es, ante todo, un colchón de seguridad. Nos protege, nos da confort y confianza. Está ahí cerca para hacer equipo con nosotros. Es nuestro binomio y, por tanto, quien vigila nuestras espaldas.
Una pregunta para concluir
Muy sencillamente. ¿De quién eres tú compinche?. ¿A quien vigilas, apoyas y proteges?. No te olvides lo importante que eres.
Y tu, ¿qué opinas?.